domingo, 14 de septiembre de 2014

HABITACIÓN DE HOTEL

Llegas y entras. Todas son iguales en un primer momento. Sí, impersonales, serias, asépticas como las habitaciones de los hospitales. Lugares cuadrados, con grandes ventanales y cortinas sedosas, semitransparentes; sólidos rincones decorados según la época del año o del país de origen.
Dejas la maleta sobre la cama. En todas las habitaciones de hotel la cama es inmensa, en ella puedes girarte imitando a las agujas de un reloj. Ríes, pensándolo y lo haces. Te arrojas sobre la mullida colcha e imitas a las saetas girando locas en un reloj imaginario.
La maleta se abre y sacas tus enseres personales. Son pocos, los cuentas con los dedos de una mano. Pero siempre te acompañan en tus viajes a países exóticos. Un cepillo de dientes, un secador de pelo, una muda limpia y la ropa de trabajo recién planchada y todavía con el olor característico que enama de las tintorerías baratas.
Has personalizado la habitación de ese hotel, como tantas otras habitaciones en tantos otros lugares desconocidos. Una semana te aguarda de búsqueda. Mientras, ese pequeño rincón impersonal y sobrio se convertirá en tu hogar, en tu escondite secreto, en tu refugio perfecto.

Hoy has llegado deprisa, casi te pescan. Has tenido que recoger todo corriendo, con prisas. Sin tiempo para doblar la ropa y ordenar la maleta. Has llorado de tristeza. Tienes que volver a emprender la marcha, tu huida constante en busca de clientes. Mañana te espera otro país, otra forma de vida, otra habitación de hotel.
En esta última, aún estresada por las prisas, te da tiempo, como en todas las habitaciones de hotel donde te has hospedado. Dejas tu regalo y te marchas.

La chica que limpia las habitaciones en el turno de mañanas lo encuentra colgado del espejo del baño. Un grito desgarrador retumba por los pasillos del hotel. Todos corren a socorrer a la joven que ha caído inconsciente en el inmaculado suelo de loza del cuarto. Pero antes de ayudarla, lo descubren, tu regalo. Una oreja atada a un cordel cuelga del espejo que refleja los rostros desencajados de los allí presentes...

Un avión despega, tú sonríes. Te colocas los cascos para escuchar a Wagner mientras piensas en tu próximo cliente y en el futuro regalo que dejarás en una nueva habitación de hotel.